El pasado viernes 15 de Febrero, gran parte de nosotros nos despertamos con la noticia de que un meteorito había caído en Rusia, causando daños a edificios y dejando más de mil heridos tras la explosión.
Un par de días después la NASA ha hecho públicas las primeras informaciones sobre el bólido, cuya poderosa onda de choque golpeó la provincia de Chelyabinsk en Rusia. Sabemos que antes de desintegrarse al ingresar en la atmósfera terrestre, el meteorito tenía un diámetro de entre 15 y 17 metros, y una masa de 7 a 10 mil toneladas.
Luego de surcar la atmósfera terrestre a una velocidad de 18 kilómetros por segundo, por unos 32.5 segundos, el bólido se desintegró en un colosal estallido, que fue capturado en los receptores de 11 de las 45 estaciones de seguimiento, situadas en 35 países (la primera grabación del evento se registró en Alaska, a más de 6.500 kilómetros de Chelyabinsk), estimándose que el estallido principal fue a unos 20 o 30 kilómetros de altura, liberando una energía de 500 kilotones, decenas de veces superior a la bomba atómica de Hiroshima.
A pesar de haberse desintegrado, los fragmentos de roca espacial causaron un extenso daño en más de 3.700 edificios residenciales, de seis localidades distintas e hiriendo a unas 1,200 personas.
Pues bien, imaginen ahora que habría sucedido si uno de esos fragmentos hubiese impactado uno de los reactores nucleares rusos cercanos, o si en lugar de penetrar la atmósfera por la zona por la que entró, el meteoro hubiese penetrado por los polos, donde la densidad de la atmósfera es más baja. Y si en lugar de desintegrarse el meteoro hubiese impactado íntegramente contra una zona urbana altamente poblada como New York, Sídney o Madrid, los daños habrían sido incalculables.
Ahora bien, hasta el viernes pasado, los científicos descartaban todas las teorías que involucraran la posibilidad de que un meteorito se estrellara contra la Tierra sin que hubiese tiempo para notarlo. Supuestamente había un seguimiento continuo de cualquier objeto espacial con un tamaño mayor a 3 metros, y que supuestamente se puede predecir su trayectoria incluso con meses de antelación.
Al final nada de eso sucedió con el meteorito de Chelyabinsk. Un bólido de 16 metros y con una potencia destructiva cientos de veces superior a la de la bomba atómica de Hiroshima, entró en nuestra atmósfera y ni la nasa, ni nadie se percató del hecho hasta que el cielo se iluminó.
Está claro que debemos empezar a pensar más seriamente acerca de cómo detener este tipo de rocas espaciales, ante la posibilidad de que esto vuelva a ocurrir y no tengamos tanta suerte como el pasado fin de semana.
Afortunadamente, dos científicos de California han presentado una propuesta basada en energía solar. Su concepto se llama Directed Energy Solar Targeting of Asteroids and Exploration (DE-STAR), que en español sería «Energía Solar Directa Focalizada en Asteroides y Exploración». Se trata de un sistema orbital que canaliza la energía solar a través de una matriz escalonada de rayos láser con el fin de hacer explotar las rocas espaciales ofensivas o, como mínimo, empujarlas en otra dirección.
Los físicos, Philip Lubin y Gary Hughes, investigadores de la Universidad Politécnica de California, San Luis Obispo han estado trabajando en la idea desde hace casi un año y están basando su arma d energía solar en tecnología que ya existe y en tecnología que saben que existirán en el futuro cercano. Su análisis también participa de diseño complejo de escalabilidad.
Según un comunicado de prensa de la Universidad de California en Santa Barbara:
En la elaboración de la propuesta, Lubin y Hughes calcularon las necesidades y posibilidades de sistemas DE-STAR de varios tamaños, que van desde un dispositivo de sobremesa a uno que mide 10 kilómetros (6 millas) de diámetro. También fueron considerados sistemas más grandes. Cuanto mayor sea el sistema, mayor será su capacidad.
Por ejemplo, el DE-STAR 2 de 100 metros de diámetro, aproximadamente el tamaño de la Estación Espacial Internacional, «podría desviar cometas o asteroides de su órbita», dijo Hughes . Pero el DE-STAR 4 de 10 kilómetros de diámetro, alrededor de 100 veces el tamaño de la ISS tendría una capacidad de 1.4 megatones de energía por día para dispararle a su objetivo, dijo Lubin, suficiente para desviar un asteroide de 500 metros de su órbita.
Los científicos también creen que además de ser un asesino de asteroides, los dispositivos más grandes pueden tener una variedad de otros usos, incluyendo el análisis de la composición de un asteroide para propulsar los viajes espaciales a velocidad cercana a la luz y viajes interestelares antes de que cosas como la velocidad warp se hagan realidad.
El único obstáculo en el camino de un proyecto como este es la financiación. Requiere cientos de miles de millones para ser una realidad, y no creo que ningún país vaya a ponerse manos a la obra en esta empresa, a menos que se detecte una amenaza real. No obstante, habría que ver qué sale más caro, invertir dinero para prevenir futuras catástrofes o esperar que sucedan, rezar para que la catástrofe no acabe con todos nosotros y luego invertir aun más dinero en reparar los daños.