Los social games (juegos sociales) han venido para quedarse. Ya no se trata de un fenómeno aislado de uno u otro juego sino de una práctica que no deja de ganar adeptos y que surge de la comunión perfecta entre entretenimiento y tecnología.
Todavía existe mucha incredulidad ante el potencial y el poder de los juegos sociales. Hay quienes no entienden cómo un juego tan sencillo –por no decir simple- como el Candy Crush puede haber conseguido 500 millones de descargas en su primer año de existencia y menos aún cómo puede facturar unos tres millones de dólares al día. Y sin embargo, ésa es la realidad; para verla tan sólo hace falta darse una vuelta por el festival de juegos Fun & Serious de Bilbao, en cuya última edición no se habla de otra cosa.
El creador de esos puzles de caramelos que tienen al mundo hipnotizado, Tommy Palm (también gerente de la empresa líder en juegos sociales King), confesaba que la mayor parte de las descargas y el verdadero éxito de su juego estrella llegaron cuando se lanzó la aplicación para móvil. Ésa es la verdadera comunión: juegos y móviles.
El éxito de los social games es un cóctel de tres ingredientes: entretenimiento, poder jugar donde quieras y cuando quieras, y como no, la parte social, competir –relacionarse al fin y al cabo- con otras personas. El elemento que define a los juegos sociales es sin duda esa parte social, establecer contacto con individuos con los que tenemos en común, cuanto menos, una afición por el juego.
Hay varios tipos de juegos dentro del social gaming. Algunos, principalmente el poker, permiten no sólo entretenimiento y relación con los demás sino que introducen también un aliciente económico. Existen diferentes modalidades a las que se puede jugar desde dispositivos móviles y muchas también con dinero real.
En este caso, puede que el éxito del juego sea más fácil de comprender. Al fin y al cabo es un “win/win” para el usuario: puede disfrutar de su afición desde cualquier lugar y además puede conseguir beneficios económicos con ello. Digamos que el hecho de que el poker online llegase también a los smartphones era sólo cuestión de tiempo, caía por su propio peso que ésta iba a ser una buena unión.
Sin embargo, con Candy Crush o con aquel Apalabrados que enganchó a millones de personas –especialmente en España- y que convirtió su joven creador, Maximo Cavazzani, en millonario, son ejemplos más difíciles de comprender para aquellos que se resisten a entender que los tiempos están cambiando.
Cuesta entender que la gente gaste su tiempo y, a veces, su dinero (los juegos sociales suelen ser gratuitos pero tienen recompensas o bonos que se pueden comprar por un módico precio) en juegos tan simples que, en principio, no sirven para desarrollar muchas habilidades cognitivas y que ni siquiera nos reportan ninguna compensación económica.
Pero quizás hay que tener en cuenta que, en realidad, lo que ha cambiado es solamente la manera de jugar. El ocio se adapta a las nuevas tecnologías y al revés. ¿Cuántas horas y dinero no habremos gastado (aquellos que ya tenemos una edad) en el futbolín o en las máquinas recreativas? ¿Y qué aprendimos o ganamos entonces? Pues nada o, mejor dicho, casi nada… “sólo” pasar un buen rato con nuestros amigos: eso son los social games.