Un robot en Nueva York ha resuelto una variante del acertijo clásico conocido como «Los hombres sabios del rey», el cual funciona como prueba de la conciencia del yo.
El enigma era el siguiente:
‘El rey llamó a su corte a los tres hombres más sabios de su reino para decidir quién se convertiría en su nuevo asesor. Colocó un sombrero en la cabeza de cada uno de los sabios, de modo que cada hombre podía ver los sombreros de sus sombreros, pero ninguno podía ver el propio. Cada sombrero era blanco o azul. El rey dijo a los sabios que al menos uno de ellos llevaba un sombrero azul. El rey también anunció que el concurso sería justo para los tres hombres. A los sabios también se les prohibió hablar entre ellos. Y finalmente el rey declaró que lo que el hombre que primero se pusiera de pie primero y diera el color de su sombrero se convertiría en su nuevo asesor.’
Pues bien, los expertos en robótica en el Instituto Politécnico Ransselaer adaptaron el acertijo para un trío de robots, a dos de los cuales se les dijo que habían recibido una «píldora embrutecimiento» que les impediría hablar» y sólo uno seguiría siendo capaz de hablar. La misión de cada robot era determinar si estaba mudo o si podía hablar.
Al principio ninguno de los tres robots pudo resolver el problema y dijeron: «No sé», pero cuando sólo uno de ellos hizo el ruido, el robot en cuestión escuchó su propia voz y seguido dijo: «¡Lo siento, ahora sé!».
Los expertos en robótica aseguran que la realización de este test simple difícilmente sean una prueba de autoconciencia, pero el jefe del equipo que llevó a cabo el experimento cree que al pasar muchas pruebas de esta naturaleza, los robots construirán un repertorio de habilidades que los harán llegar a ser mucho más útiles para los humanos.
Los robots todavía podrían estar muy lejos de lograr la «conciencia» como la entienden los seres humanos, pero su simulación de la misma puede ser muy poderosa.
El año pasado, Eugene Goostman se convirtió en la primera inteligencia artificial en pasar la prueba de Turing, al convencer a los humanos de que era un niño de 13 años de edad.
En cierto modo, es un alivio que los robots todavía no alcancen la conciencia, porque en el momento en que se vuelvan conscientes de si mismos, lo siguiente que pasará es que serán conscientes de las acciones de los humanos, y eso ya no suena tan divertido.